lunes, 4 de enero de 2010

Desinformación navideña















Un cuento de Navidad:

1) Me levanto al mediodía porque el catarro me tiene en la cama, rodeadito de un oceano de pañuelos al que le he pronosticado marejadilla de mucosidades.

2) Enchufo la tele, mientras intento atinar en el viaje desde el bote de café hasta el corazón de la cafetera. La cucharilla tiembla con una imprecisión impropia de alguien que no tiene 80 años.

3) En el primer telediario me encuentro a un hombre/periodista que analiza el primer problema de año nuevo: la nomenclatura y pronunciación inglesa de 2010. ¿Se dirá chuentiten? ¿Se diría chu, siro, guan, siro? No sabe bien. Desde el efecto 2000 nadie vio en la tele pamplina igual de grande.
Cambio de canal.

4) En el telediario contiguo, salen Papa Noeles tomando el sol en Sidney (que no sé por qué sale tanto Sidney en la tele, si Camberra es la capital, la pobre...). Y sale gente disfrazándose por Nochevieja y gente empaquetando uvas, y en definitiva, gente que celebra las Navidades mirandose y rgodeándose en su propio ómbligo...

5) Apago la tele porque en todos los telediarios, la actualidad tiene espumillón, macarradas y cosas que ya se saben. La antinoticia.

6) Mi hijo me pregunta que es la Ley de Pendencia, que se lo oyó decir ayer a su primo Marcos. Yo le digo que es Ley de Dependencia y que es una cosa que bien hecha nos daría dinero para cuidar al abuelo, que está cada vez más en el lado Darth Vader de la cabeza. Pero que como a los que mandan en nuestra comunidad les importa media papa el abuelo, no tenemos ni un extra para sus pañales, ni a un profesional que nos ayude a cuidarlo.
El niño se queda serio y se va a jugar con un Gormiti.

7) Me mosquean mucho las celebraciones exageradas, que más que un deseo de estar bien, son un "por narices tienes que estar bien". Porque esa luz blanca de prosperidad y comunidad bien avenida nos arrebata nuestra pequeña felicidad de claroscuros. Que es la buena, la que se siente y se padece a diario. La de carne y hueso.
Que el merchandising de amor y polvorones llegue al centro comercial me parece lógico. Pero que infecte a las redacciones de los principales medios de comunicación de este país es vergonzoso.

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